Dicen los sabios que en cualquier lugar se pueden encontrar historias, y detrás de muchas historias emerge la magia, esa que rompe la cotidianidad y la convierte en algo extraordinario.
Eso pasa en el Taller del escultor William Agudelo Torres, quien entre cinceles, discos diamantados y martillos plasma en el mineral rocoso la belleza de lo cotidiano, pues como él manifiesta: “el arte y la belleza están en todas partes, y todas las cosas bellas merecen ser contadas e inmortalizadas”.
Un ejemplo de esto es su escultura “Caída de Ícaro”, que representa el equilibrio tan necesario en nuestras vidas, pues haciendo alusión al mito griego, no se debe volar tan alto y cerca al sol donde la cera que une las plumas puede derretirse, ni tan bajo, cerca al mar, haciendo que las plumas se mojen, generando en ambos casos consecuencias nefastas.
La obra tiene un mensaje claro: “todo en su justa medida”, y pretende ser un recordatorio aplicable a la cotidianidad. El mármol blanco colombiano fue moldeado de tal forma que representa una pluma con una pequeña abertura en el centro superior, y a su vez la trayectoria de una caída que tiene la posibilidad de volver a subir. A pesar del material sólido y duro, pararse frente a la escultura genera una sensación de fragilidad y delicadeza.
Así, como esta escultura, en su taller ubicado en Envigado, se encuentran numerosas historias representadas en basaltos, mármoles y granitos tallados. Ese taller que genera magia. Un espacio abierto, donde brotan sus obras y emergen ideas y la bondad de quien comparte su conocimiento, ese que ha forjado durante 30 años, explorando con diversos materiales; participando en más de 15 exposiciones en ciudades como Medellín, Cartagena, Bogotá, Ciudad de Panamá, New Jersey, Madrid, y otros municipios del departamento de Antioquia; además de realizar esculturas y monumentos como el que se encuentra en la entrada de El Retiro, Antioquia, encargado al artista para la celebración de los 200 años del municipio.
En su casa, junto a su familia, ha acogido a diferentes artistas de Argentina, Costa Rica y Panamá, además, abre las puertas a personas curiosas por el arte, que deciden emprender en el oficio de la talla en piedra, y él sin mayor reparo acompaña, enseña y promueve la creatividad en quien se lo pide.
“El maestro”, como lo nombran sus amigos y personas cercanas, tiene dos principios, y en ellos basa su trabajo: El primero, estar atento en todo momento y lugar, pues en una hoja cayendo al compás de la brisa, en dos enamorados, en la sombra que cubre una montaña, en un pétalo movido por las brisas de agosto, en fin, en cualquier momento surge la inspiración para empezar a crear, o cómo él dice: recrear y mostrar cómo sus ojos perciben el mundo. El segundo, utilizar piedras propias de la región, pues está convencido de que Colombia, y especialmente la región andina es rica en materiales tan bellos, que incluso son arte por sí mismos. Por eso recorre el territorio colombiano, cual buscador de tesoros, con la convicción de que encontrará piedras, que se dejarán transformar para convertirse en cómplices de sus historias.
Entrar a este taller, transporta a la infancia, donde dejábamos entrar el asombro fácilmente, y nos maravillábamos con historias contadas por los abuelos. Por eso la invitación es a dejarse maravillar por lo bello de lo diario, y encontrar historias donde tal vez otros no las ven.
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